sábado, 6 de noviembre de 2010

Dan Coyle: Elogiar el Esfuerzo de nuestros hijos

“Los padres deben transmitir a sus hijos que sin esfuerzo no hay éxito”



Daniel Coyle (Sant Louis, Missouri). Tras colaborar en varias publicaciones deportivas, se marchó a Chicago para estudiar Periodismo y comenzó a trabajar en la revista Outside. En 1992 se dedicó a escribir sobre sus experiencias como entrenador de equipos de niños con dificultades; el resultado fue su obra Hardball: A Season in the Projects, que fue llevada al cine con Keanu Reeves de protagonista en 2001. En 1996 se instala en Alaska y publica la novela Waking Samuel. En 2004 se traslada a Girona para seguir durante un año a Lance Armstrong en el circuito ciclista profesional. Con Lance Armstrong’s War gana el prestigioso galardón Sporting News Book of the Year Award. En 2006 emprende un largo viaje, durante catorce meses, por diferentes países con el objetivo de lograr entender como se desarrolla el talento. Dos años más tarde publica Las claves del talento.

El norteamericano Dan Coyle analiza en
el libro Las claves del talento un nuevo enfoque
de los mecanismos de aprendizaje


El talento no es un don misterioso que responde a las leyes del azar y la genética. Para conocer el proceso de desarrollo del talento el periodista Dan Coyle visitó una ruinosa pista de tenis en Moscú, un campo de fútbol de São Paulo, un estudio vocal de Dallas, una escuela de un barrio superpoblado de California y una destartalada academia de música en los Adirondacks Nueva York. Tras este recorrido, llegó a la conclusión de que la práctica intensa, la ignición y un maestro instructor constituyen elementos básicos para desarrollar una habilidad.
Madrid. ROSAURA CALLEJA
Las claves del talento (Editorial Zenith) está basado en revolucionarios descubrimientos científicos, entre los que figura un aislador neural, llamado mielina, que algunos neurólogos consideran el “santo grial” de la adquisición de habilidades. Toda actividad humana, ya sea jugar al béisbol o interpretar a Bach, proviene de una cadena de fibras nerviosas que transmite un diminuto impulso eléctrico, básicamente una señal, que viaja a través de un circuito. La mielina rodea esas fibras nerviosas del mismo modo en que un aislamiento de goma envuelve un alambre de cobre: hace que la señal sea más veloz y fuerte porque impide que se escapen los impulsos eléctricos. Cuando encendemos nuestros circuitos de la manera correcta (cómo cuando practicamos el swing con ese palo de golf o tocamos esa nota), nuestra mielina responde cubriendo el circuito neural y añadiendo, en cada nueva capa, un poco más de habilidad y velocidad. Cuanto más gruesa sea la capa de mielina, mayor será su capacidad de aislamiento, de manera que nuestros movimientos y pensamientos se volverán más veloces y precisos.
La mielina, clave para hablar, leer y desarrollar las habilidades del aprendizaje, es importante porque es universal, todo el mundo puede cultivarla, es indiscriminada, su crecimiento permite toda clase de habilidades, es imperceptible pero podemos percibir su incremento sólo a través de sus efectos aparentemente mágicos. No obstante, la mielina es fundamental, porque nos proporciona un modelo nuevo y vívido para entender la habilidad.

“Semilleros de talento”

Dan Coyle revela que cuando visitaba “los semilleros de talento”, se encontraba con profesores que tenían unas cualidades comunes: “son una especie de atletas emocionales, capaces de situarse al nivel del alumno y conectar de una forma emocional, utilizando el sentido del humor, y daban a los chicos unas instrucciones muy cortas, muy claras y muy precisas”. Según explica este periodista, los maestros concretaban el área donde el niño estaba al límite de su habilidad y le hacían operar en esa zona constantemente, “funcionaban como una especie de GPS e iban guiando a los alumnos”, pero insiste en que no les dirigían “sermones” largos y no les castigaban.
La práctica intensa constituye uno de los elementos para desarrollar una habilidad y Coyle encuentra en la clase de entrenamiento de fútbol brasileño un claro ejemplo. “El hecho de esforzarte para conseguir objetivos específicos, permitiéndote cometer errores, te vuelve más inteligente. Unos alumnos triunfan más que otros porque practican con más intensidad y generan más mielina”, señala.

Ignición

Pero la práctica intensa demanda energía, pasión y compromiso, una motivación, y esa motivación se crea a través de un proceso que Coyle llama ignición. “La ignición y la práctica intensa trabajan juntas para producir la habilidad, la ignición suministra la energía y la práctica intensa convierte esa energía en progreso activo, lo que conocemos como capas de mielina”, explica.
Para Dan Coyle la alta calidad de la educación depende de la alta calidad de sus maestros, por ello considera indispensable la figura del maestro instructor en el desarrollo del talento, porque enseña algo que no se suele tener en cuenta: “el amor hacia lo que se hace”, subraya.
Por lo que se refiere a la formación del profesorado en este ámbito, afirma que “no se enseña a enseñar”, que los maestros instructores son autodidactas y que “es una pena que no hayamos encontrado una forma de sistematizar esta enseñanza”, aunque reconoce que si hay habilidades emocionales y técnicas que emplean que se podrían transmitir.
En opinión de este escritor, los padres desempeñan un papel muy importante en el desarrollo del talento, pero han de asumir que el proceso se produce entre el niño y la habilidad. “Los padres deben elogiar el esfuerzo, no la habilidad que el niño demuestre” y hace hincapié en que no se aplauda que es brillante, sino qué bien ha trabajado, además de insistir en que “sin esfuerzo, no se llega al éxito”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario